Unos días antes de la señal de arrancada que este sábado convirtió la Isla entera en un caimán trotador, Patrick Parisot, el embajador canadiense, lo había anunciado: “Cuba es el primer país en desarrollar una Carrera Terry Fox de manera simultánea en toda su geografía, y la de mayor concurrencia, solo superada por la que se celebra en territorio de Canadá”.

Organizada por Marabana desde hace 20 años.

En efecto, los cubanos conjugaron su proverbial sensibilidad para los asuntos de la salud con su inclinación a ponerle ganas a las llamadas “fechas redondas”, para hacer de la vigésima edición de la carrera en el país un pasaje inolvidable, así que desde las diez de la mañana no quedó ciudad grande o pueblo diminuto en que la gente no marchara en Maratón de la Esperanza, a la variable velocidad del amor.

Equipo EBM participó en la carrera.

El proyecto Marabana/MaraCuba, y en particular su director, Carlos Gattorno, se esmeraron en preparativos que, como siempre, hallaron en todo el país el respaldo de miles de personas. EBM no podía estar quieta: además del soporte comunicativo pactado en el contrato y en el corazón, nuestro equipo tuvo representación concreta en la carrera.

Alentados por un pasaje emocionante: la carta de Judith —la hermana del joven héroe y actual presidenta de la Fundación Terry Fox— los cubanos llenamos las calles de optimismo. La salida más nutrida se produjo en la habanera sala deportiva Kid Chocolate, desde donde cientos de personas tomaron las céntricas calles de Prado, San Lázaro, Galiano y Neptuno, siguiendo una saga internacional que, aun en fechas variadas, tiene una gran coincidencia: la lucha contra el cáncer.

Terry Fox en su carrera por la vida. Foto twimg.com

El evento nació en 1981. Isadore Sharp, que dos años antes había perdido un hijo, víctima de cáncer, visitó en el hospital a Terry Fox y le propuso iniciar una carrera anual que multiplicara la causa que el joven canadiense, mortalmente enfermo de cáncer, había enarbolado en su heroica maratón: recaudar fondos para la investigación sobre este mal.

Desde entonces a la fecha, en más de 60 países se corre y se aporta y solo en la patria de Terry se ha acopiado unos 600 millones de dólares canadienses para luchar contra el flagelo.

De año en año, los cubanos saben más de Terry Fox, el joven canadiense que en 1977 fue diagnosticado con osteosarcoma en su rodilla derecha, en la pierna que a la postre le fue amputada, pero que a fuerza de coraje se convirtió en un ícono mundial de la perseverancia y el amor.

El espíritu Terry Fox en su sonrisa, en su ejemplo. Foto: ryanrowe.com

El día antes de que le cortaran esa pierna, su entrenador le mostró un reportaje sobre Dick Traum, quien en 1976 se había convertido en el primer atleta con pierna amputada que corrió el maratón de Nueva York. Dicen que Terry lo leyó sin mucho interés. Por lo visto después, eso es difícil de creer.

Entró a la historia con prótesis. Decidido a emprender su hazaña, sumergió su pierna artificial en St John’s, Newfuondland, en el Atlántico canadiense, de donde cargó dos botellas de agua: una de ellas destinada a verterla en el Pacífico -una vez terminada la carrera-, donde sería llenada para conservar, como recuerdo, aguas de ambas orillas. Hecho esto, comenzó a correr el 12 de abril de 1980.

La familia cubana participa en la Maratón de la Esperanza. Foto Roberto Ruiz

Su ruta principal era la carretera transcanadiense, por el sur de la inmensa nación; su sueño, que cada ciudadano aportara un dólar de bolsillo. Porque Terry evadió siempre las grandes chequeras.

De esa forma, poco a poco, Canadá y el mundo le vieron correr, a razón de unos siete minutos por kilómetro. El muchacho hacía 25 kilómetros en las mañanas y, luego de un descanso, corría otros 15. Al concluir, marcaba su avance con piedras, para seguir al otro día un recorrido en el que no quería saltarse un solo trozo de su país. Y al final de cada jornada se recaudaba el dinero que ingresaba automáticamente en una cuenta bancaria para esta lucha ejemplar.

Un ejemplo que viaja en los pies de millones

Su entereza no se mostraba solo en la carrera. Terry exigió tajantemente que no se permitiera patrocinios corporativos, de manera que nadie buscara fama o fortuna a costa de esta causa. Poderosos promotores, como la McDonald’s, se estrellaron frente a su determinación. Lo esencial es la conciencia pública, insistía el muchacho.

Hay que pararse frente a un mapa de Canadá para entender del todo el tamaño de su hazaña. Pero la enfermedad corría más rápidamente que él y el primero de septiembre de 1980, tras 143 días en la carretera y con 5 373 kilómetros vencidos, tuvo que parar, a la altura de la ciudad de Thunder Bay. Desde entonces empezaron los “milagros”: el atleta se detuvo pero las donaciones no hicieron más que crecer. Y eso no cambió con su muy lamentada muerte, el 28 de junio de 1981, un mes antes de la fecha en que cumpliría 23 años.

Las metas que tienen nombre

Más que cualquier campeón olímpico en retiro, es evidente que Terry Fox no ha dejado de correr. De hecho, cada año son más los ciudadanos planetarios que trotan o caminan con una imagen del joven en sus camisetas, tatuajes o simplemente en sus pensamientos.

En la biblioteca pública de Port Coquitlam, la ciudad donde creció, está expuesta su zapatilla derecha, la de la pierna artificial, y no pocos creen que algún día también ella hará una maratón a solas, inspirada en la voluntad del joven que, al calzarla, le dio el valor que ninguna marca comercial pudiera conferirle.

Los niños no faltan y encarnan el espíritu.

Terry Fox es considerado la segunda persona más importante en la historia de Canadá: está aún vivo en el nombre de escuelas e instituciones, en varias estatuas y en la denominación oficial del tramo de la carretera donde, solo en apariencia, tuvo que rendirse al cáncer. En lo que parece la metáfora mejor, una montaña en la Columbia Británica pasó a llamarse como él, pero el homenaje más hondo es el de millones de seres humanos, de todo el mundo, que no le conocieron personalmente y que él no hubiera podido conocer y sin embargo lo enarbolan como bandera de los enfermos de cáncer y de los sanos de amor.

Cuba lo confirma todos los marzos. Lo sabe el embajador canadiense, quien ha reconocido que “el alma y la determinación de Terry Fox están en esta Isla”. Esos miles que este sábado, a las diez de la mañana, arrancaron a correr juntos desde el cabo de San Antonio hasta la punta de Maisí como si en ello les fuera su vida, son de esos amigos desconocidos del canadiense que apuestan, cada año, por ganarle al cáncer la carrera que Terry casi no pudo ganar.

**Por Manolo León, especial para EBM. Fotos: Roberto Ruiz.