Es necesario precisar algunas cosas con relación a las inversiones. La primera es que también se ha identificado y probado que la tasa de inversiones (esto es inversiones totales sobre PIB) que Cuba necesita para alcanzar tasas de crecimiento de más de 5 % debe ser de al menos 26% del PIB.

Desconozco si dentro de la inversión nacional se considera la inversión que todos los años se hace desde el sector no estatal y que ha contribuido también a dinamizar la economía, tanto por su impacto en la demanda agregada, como en la oferta de bienes y servicios, lo cual se ha reflejado en su contribución a los ingresos fiscales. Esa inversión  parece que no va a la contabilidad nacional como inversión nacional. Aquí hay una tremenda oportunidad que puede ser mejor aprovechada.

Existe una gran brecha entre las necesidades de inversión (ese 26% del PIB) y lo que realmente se invierte. Lo segundo es que hay un déficit acumulado en todos estos años obviamente.

Que las inversiones crezcan en un 20% es también importante. Sin inversiones es muy difícil crecer. Quiero destacar dos aspectos aquí: La tasa de inversiones como parte del PIB es aún insuficiente, ya sea sobre PIB a precios constantes o a precios corrientes. En el 2017, la inversión total fue de 8 058,9 millones de pesos; en el 2018, debe haber estado alrededor  de los 8000 millones y significó  un crecimiento de  menos del 16%  de la inversión con relación al 2017, en el 2019 se aspira a unos 11 300, un 20% de la inversión respecto al 2018.

Ese volumen de inversión significa una tasa de inversión del 11,6% del PIB a precios corrientes. Para alcanzar aquel 26% necesario el volumen de inversiones debería ser de alrededor de 25 mil millones de pesos asumiendo el PIB de 2018 a precios corrientes. Estamos hablando de 11 mil millones de pesos más en inversiones, algo que nuestra economía no está en condiciones de alcanzar ni en este año ni en el próximo. Incluso si aspiráramos a una tasa de 20% el monto de las inversiones debería ser de 19 000 millones de pesos. Son volúmenes que como afirmara el Ministro Alejandro Gil están lejos de cualquier proyección realista a corto plazo.

Importancia del encadenamiento productivo.

Lo tercero, como se hizo evidente en la intervención del Ministro de Economía tiene  que ver con la ejecución de las inversiones, con su eficiencia y con la capacidad de la economía nacional para absorber ese monto de inversiones. Aquí  hay dos problemas asociados, una parte del efecto multiplicador de las inversiones no se puede aprovechar porque se traduce en importaciones (24,5% de las importaciones son para satisfacer el proceso inversionista) dado la poca complementariedad de nuestra economía, ese problema no es posible solucionarlo en el corto plazo, pero el segundo, el de la eficiencia del proceso inversionista si puede tener solución en el corto plazo y depende en mucho de aspectos subjetivos. Ahí existen reservas reales que se pueden potenciar.

Subrayo que una parte de esas ineficiencias no se asocian a los errores humanos, sino a diseños institucionales que demoran, traban, complican y enredan innecesariamente las soluciones. Muchas veces no se logran ejecutar las inversiones planeadas, a veces por fallos asociados a la dependencia importadora de la economía nacional, a veces por fallos asociados a ineficiencias del propio proceso, determinadas  por fallas institucionales (exceso de regulaciones, centralización, burocracia, etc). Tal cual lo ha dicho el Ministro de Economía Alejandro Gil hay una oportunidad importante de mejora. Tiene que ver con el cumplimiento de los plazos de ejecución, el buen funcionamiento de la cadena logística, la preparación de la empresa para acometer las inversiones planeadas, sin contar que las “libertades” que tiene la empresa estatal para encontrar alternativas ante un cuello de botella determinado son escasas. Sin dudas todo pasa por las personas encargadas, pero el contexto decide comportamientos y puede entorpecer la adopción de medidas correctoras con suficiente tiempo.

Lo cuarto tiene que ver con la asignación eficaz de la inversión a los sectores más decisivos para el crecimiento y el desarrollo. Si observamos la estructura de nuestra inversiones veremos que hay espacios importantes  para aumentar la eficacia asignativa, o sea, que es posible mejorar el destino de los fondos de inversión y colocarlo allí donde su “efecto multiplicador” puede ser mayor y más congruente con las necesidades de crecimiento. Por ejemplo en los últimos años la inversión en el sector inmobiliario (31,8%) supera con creces la realizada en infraestructuras básicas, y también en varios sectores productivos. ¿Debemos cambiar la asignación de recursos a ese destino o no? En el sector del comercio  y la reparación de efectos personal se invierte el 4,1% del total de inversiones, más que  en la pesca (0,1%), que en la industria azucarera (3,1%), más que en la industria azucarera 3,6%, y en ciencia y Tecnología, Salud y Educación.

Inversión Extrajera Directa

En relación a la inversión extranjera se ha hablado mucho en los últimos años. Se emitió una nueva ley en el 2014, se declaró que la IED era un elemento estratégico para nuestro desarrollo y se ha intentado hacer más “expedito” el proceso de concreción de los negocios. Sin embargo aún estamos lejos de lo que se necesita. El Ministro Malmierca declaró hace poco que a partir del 2016 se puede constatar un cambio en la inversión declarada. El Ministro de Economía declaró que para este año la IED es el 10% de la inversión total y alcanza 1000 millones anuales, menos de la mitad de lo que se identificó hace unos años y mucho menos de lo que en realidad se necesita. O sea, a pesar de todo lo hecho el resultado es insuficiente. Aun con la barrera tremenda que significa el bloqueo norteamericano, con la “falta de preparación” de las personas involucradas en estos procesos, se puede mejorar mucho los resultados. Aceptando que estos obstáculos existen, que son reales, que tienen peso en la poca captación, creo que existen otros a los que hay que atender.

Lo primero es que hay que entender que los flujos de inversión van de los grandes países desarrollados a los grandes países desarrollados, el dinero llama dinero, ellos son grandes mercados y ofrecen alta tasas de retornos a los inversionistas, luego van de los grandes países desarrollados a los las grandes mercados de países en desarrollo (China, India, Brasil, etc),  y luego lo que va quedando se mueve hacia el resto del mundo, en especial hacia los países menos desarrollados. Puede haber excepciones.

Son todos mercados muy competidos, pero la competencia no es un obstáculo para que los flujos de inversión vayan hacia esos países.

Lo segundo es entender que los inversionistas no son filántropos, persiguen retornos altos, seguros y estables. Los países que tienen mejores condiciones para garantizar estos tres elementos están en mejor posición. Sin dudas lo que se ha dado en llamar ambiente de negocios es decisivo en esas decisiones.

Las distorsiones macroeconómicas que aun padecemos y los retrasos en los pagos de dividendos a los inversionistas, así como la propia situación de la economía cubana constituyen serios obstáculos a la  preferencia de los inversionistas por Cuba. Pero también Cuba es un mercado potencial que puede ser interesante. Muchos vienen y pocos concretan las intenciones. Sería bueno tener esa estadística, cuanto de los que vienen logran concretar un negocio. Yo creo que nuestra legislación aún debe ser modernizada buscando aproximarse más a esas condiciones que tienen nuestros competidores. Es difícil, es un ejercicio de equilibrio entre soberanía económica  y apertura. Pero tenemos la ventaja de la existencia de definiciones y documentos programáticos que pueden darnos esos límites de forma clara.

Hay también otro elemento que debe ser tenido en cuenta: la diferencia entre promoción de inversiones y facilitación de inversiones. La promoción consiste esencialmente en demostrar que el destino Cuba es más competitivo que otros destinos. Cuba hace un tremendo esfuerzo de promoción, con ferias y misiones, pero la competitividad de la economía nacional y de muchos de nuestros sectores no acompaña ese esfuerzo de forma pareja.

El otro aspecto es el de la facilitación de la inversión o de los negocios con capital extranjero. Aquí el camino es largo aún.  Facilitar un negocio de este tipo significa crear condiciones para que el inversionista se sienta cómodo, generarle confianza, facilitarle el acceso rápido a sus contrapartes nacionales, acceder a toda la información que necesita y que esa información sea clara e inteligible, reducir sustancialmente el tiempo para crear la empresa. Significa además  reducir los trámites no asociados directamente al negocio (migratorios, aduanales, alquiler de habitación, auto, acceso a otros servicios como telecomunicaciones, internet, etc.) a precios adecuados comparables con los países con los que competimos.

Es cierto que nuestros más altos dirigentes una y otra vez han reclamado eliminar los prejuicios hacia la IED, pero aun nuestra legislación al respecto y nuestros reglamentos asociados reflejan esos prejuicios. La mejor manera de decir es hacer.