La noticia de que el Pleno del Comité Central del Partido Comunista de Cuba aprobó los documentos que durante casi un año se han estado discutiendo a través del todo el país, es sin duda una muy buena noticia. Más de un millón de personas han debatido esos documentos, lo cual es también una magnífica noticia.
Fueron aprobados “la Conceptualización del Modelo Económico y Social Cubano de Desarrollo Socialista; las bases del Plan Nacional de Desarrollo Económico y Social hasta el 2030: Visión de la Nación, Ejes y Sectores Estratégicos; y nuevas modificaciones a los Lineamientos de la Política Económica y Social del Partido y la Revolución”. Los tres han constituido el centro de un gran esfuerzo de interpretación de nuestra realidad y sobre todo de ejercicio de proyección del futuro del país que queremos.
Es probable –desde mi punto de vista, deseable– que esos documentos no alcancen a satisfacer el 100 por ciento de las expectativas de la población cubana y también que no alcancen a satisfacer el 100 por ciento de las expectativas de todos los cubanos. Pero también es cierto que resulta una ventaja incuestionable tener hoy un grupo de documentos de referencia para lo que deseamos hacer y sobre todo que esos documentos hayan sido el resultado de una acción colectiva de creación desde muchos ámbitos, acción colectiva de creación no exenta de profundas discusiones y discrepancias y sostenida en el esfuerzo creador desde diferentes ángulos de las ciencias, no solo las sociales y económicas.
Ese proceso abarcó muchos años de trabajo, se alimentó de la experiencia anterior, aprendió de ella y constituye su propia negación en el sentido dialéctico del término. No sé cuantos países en el mundo han hecho algo parecido. No en “el qué” (trazar una visión y delinear el futuro deseado) pues en ello hay muchas experiencias, sí en “el cómo”, atendiendo a la manera en que se lograron los mismos.
Desde mi perspectiva el primer aporte de los mismos a la construcción de ese nuevo país que queremos, está en cómo se lograron construir, está en ese esfuerzo colectivo que intenté describir más arriba.
Siempre sesgada por mi profesión de economista, extraigo cuatro asuntos que para mí constituyen los pilares de esos documentos y que deben convertirse en los que debe basarse el presente y el futuro proceso de transformación. Ellos son: el concepto de visión, el concepto de medios de producción fundamentales, la definición de las formas propiedad que tipificarán nuestro modelo económico socialista y la definición de los ejes estratégicos de desarrollo.
La definición de una visión de país como un país soberano, independiente, socialista, democrático, próspero y sostenible. En más de una ocasión y desde estas páginas me he referido a esa visión. Creo que es el primer filtro por el cual debe pasar todo. Claro está que antes habrá que seguir avanzando en los consensos sobre qué significa en estos tiempos ser un país soberano y cómo garantizarlo. Qué es ser hoy por hoy un país independiente, no solo políticamente –sobre lo cual creo que hay mucha más claridad– sino también en lo que significa hoy ser independiente económicamente, en especial si nos atenemos a nuestra larga historia de dependencia económica.
Lo mismo vale para el socialismo que queremos construir. No creo que ningún documento, por completo que sea, agote los límites de un ejercicio vivo de creación sociopolítica para el cual no existen ni recetas preconcebidas ni modelos prefabricados. Por eso creo que ese documento sobre la conceptualización debe ser tomado como la base para una discusión continua, enriquecedora y no ser convertido en una “camisa de fuerza” donde meter a nuestra realidad, tan cambiante día tras día.
Lo mismo podría decirse de la democracia, esa que aún estamos construyendo y que todos los días descubrimos que debe ser recreada y reinterpretada, que debe ser para el país que tenemos hoy y servir a los propósitos y las aspiraciones de sus ciudadanos todos, pero que no puede desconocer tampoco la experiencia mundial al respecto.
De la prosperidad habría mucho que hablar. ¿Que es ser próspero en Cuba? ¿Es la misma percepción de la prosperidad la que tiene un ciudadano cubano de Miramar que la de un ciudadano cubano de Cacocún? ¿Es la misma percepción de la prosperidad la que tienen un cubano negro y un cubano blanco? Para Cuba –o mejor, para el gobierno cubano– el actual y el que tendremos, este es de los más difíciles ejercicios.
Hace poco Pedro Monreal, en su blog, nos llamaba la atención acerca de un grupo de indicadores que deberíamos tener siempre presentes. Uno de ellos es el Índice de Desarrollo Humano, muy conocido por muchos es que Cuba se encuentra dentro de los países de alto desarrollo si atendemos a ese indicador que se basa en datos objetivos del desempeño de los países. Pero lo prosperidad tiene también una dimensión subjetiva, una especie de mezcla de percepción y expectativas*. Es poder cumplir con esas expectativas lo que hace que las personas sientan que progresan, de ahí el gran reto que significa. Si ser próspero solo tiene que ver con alcanzar cierto nivel de Ingreso Nacional per Cápita, entonces todo fuera más fácil, crezcamos y se acabó, pero crecer no garantiza que la gente se sienta próspera. Sin embargo, no se puede dejar de crecer.
De la sostenibilidad en sus diferentes dimensiones se podrían emborronar cientos de cuartillas, pliegos enteros podría llenarse solo con las preocupaciones asociadas a la sostenibilidad. Cuando aprobemos la “asignatura pendiente” de la economía, el socialismo podrá ser sostenible. Cuando nuestros niveles de productividad estén cerca o sean comparables con los niveles de productividad de la media internacional, nuestro socialismo será sostenible. Cuando el ingreso que perciben nuestros trabajadores no esté tan alejado del que perciben sus pares de otros países, el socialismo será sostenible. Cuando nuestra ciencia, la innovación y el desarrollo se integren de forma “natural” a los procesos productivos y de servicios, el socialismo será sostenible. Cuando la equidad se base en el aporte individual y la contribución social de cada cual, el socialismo será sostenible. Si logramos que cada ciudadano perciba o sienta que puede alcanzar sus expectativas de prosperidad con y a partir de su trabajo, el socialismo será sostenible.** Es un reto enorme, pero no debe dejar de ser una de nuestras metas.
Quedan otros dos pilares definidos en esos documentos a los cuales también me he referido en ocasiones anteriores: una definición más aterrizada de qué son medios de producción fundamentales, a mi juicio algo que iba resultando imprescindible y que se asume en el documento como aquellos que tienen un papel estratégico en el desarrollo económico y social, garantizan la vitalidad y la sostenibilidad del país y la seguridad nacional.
Desde mi perspectiva ese concepto nos ayuda a desbrozar el camino y a tomar decisiones imprescindibles hoy para lograr desembarazar al Estado de actividades que lastran su desenvolvimiento, y sobre todo la asignación eficaz de recursos.
En cuanto a las formas de propiedad y el reconocimiento de la propiedad privada como una de ellas, insertada funcionalmente en nuestro modelo económico, podrían también escribirse miles de página solo con la historia de esta discusión en Cuba desde el pensamiento económico. Solo reiteraré lo que he dicho en otras ocasiones: nuestra historia, todos los intentos de estos más de cincuenta años de intentar prohibirla, perseguirla, desconocerla, obstruirla… tuvieron resultados fallidos. Creo integrarla funcionalmente a nuestros propósitos y regularla adecuadamente dará mejores frutos.
El último de esos pilares de los documentos aprobados es la definición de un grupo de ejes estratégicos para alcanzar el desarrollo que deben constituir los pilares que muevan a todos los sectores de nuestra economía que sirven de base a la proyección del plan. Debo tener más espacio y tiempo para referirme a ellos, desde mi perspectiva deben servir de filtro a los decisores para asignar recursos a aquellos sectores y empresas que mejor satisfagan a esos ejes. Por eso es importante comprender en toda su dimensión la afirmación del Vicepresidente Marino Murillo de que hay que entenderlos como algo dinámico, cambiante, que se enriquecerá constantemente con los propios cambios que se vayan produciendo en Cuba.
Mi aspiración es que esos documentos se conviertan en las bases de una discusión permanente y que no sean convertidos en una especia de “Biblia” que contenga todo lo que es correcto, y que lo que no contenga no sea correcto.
Por Juan Triana Cordoví, originalmente publicado en OnCuba. Fotos: Roberto Ruiz Espinosa.