En quizás una de las mejores locaciones que puede tener la ciudad, atrapado entre el salitre del mar y el ambiente  de la Habana Vieja, el hotel Packard se levanta con una  fachada histórica conservada, que da a la calle Cárcel y su fachada principal, de una belleza indiscutible abierta hacia el más famoso de todos los paseos peatonales de Cuba, el Paseo del Prado. Exhibe además una de las mejores, sino la mejor,  de todas las terrazas que ningún hotel tenga en la Habana y de alguna manera es un anuncio de que las autoridades cubanas siguen identificando al turismo, como “el sector” que puede impulsar  la economía del país.

La inauguración este 10 de septiembre del Hotel Grand Packard, que será gerenciado por Iberoestar es una buena noticia para el turismo cubano y también para quienes lo miran desde otras latitudes. Sin dudas a la capital de la República le hacen falta más hoteles de categoría que los que hoy ya tiene, aun cuando, una buena parte de ellos exhiba una ocupación lejos de la deseada y de la alcanzada en los años del “boom Obama”.

Vayamos de lo micro a  lo macro. Unos meses después de la inauguración del Packard, también será  inaugurado el Hotel de Prado y Malecón y con ello el Paseo del Prado tendrá en sus dos extremos hoteles de muy alta categoría, Prado y Malecón y el Packard en su extremo norte y el Saratoga en su extremo sur.  A la mitad del trayecto otros tres hoteles, “Parque Central”, también a cargo de Iberostar, Telégrafo y el histórico Hotel Inglaterra. Apenas separado del Paseo por el Parque Central, la “joya de la corona”, El  Gran Hotel Manzana, que se levanta en el lado sur, y de otro lado el hotel emblemático, el Hotel Plaza.

El Capitolio de La Habana

Habría que sumar a ese pequeño instalaciones muy emblemáticas, el Capitolio, el Gran Teatro de la Habana y el cine- teatro Payret que, según los planes de desarrollo del turismo cubano, debe convertirse en algún momento en el Hotel Payret. Habría que sumarle también la Acera del Louvre y Prado y Neptuno, la esquina del Cha cha chá. Este septiembre se ha incluido a la lista la escuela donde estudiara, bajo la tutela de su maestro Rafael María de Mendive,  José Martí, el Apóstol de Cuba.

El primero de todos los asombros es que en alrededor de 10 manzanas se concentran o se concentrarán miles de habitaciones hoteleras en hoteles de 4 y 5 estrellas, lo cual convierte a la zona en un pequeño-gran cluster de hoteles de alto estándar, único en Cuba en su condición de hoteles de ciudad.

Lo segundo es el gran reto que significa y significará en términos de infraestructura y de facilidades extrahoteleras. No sé si todavía existe aquella regulación inicial que obligaba  a los hoteles de la Habana Vieja a “pagar una contribución” a la oficina del Historiador de la Ciudad para con ello ayudar a ese “entorno mágico y místico” que le añade valor a esos mismos hoteles o para obras sociales. No sé si esos hoteles contribuyen al 1% para el desarrollo local, pero lo que sí sé es que lo que está ocurriendo en esas pocas manzanas es singular y requiere de un esfuerzo extra- turístico.

De Prado y Neptuno hasta el Malecón.

Visto desde la perspectiva local solo para poner un ejemplo, quizás descabellado, creo que los portales del Paseo del Prado, en especial, desde la calle Neptuno hasta la calle San Lázaro por ambas sendas no están todo lo aprovechados que podrían estar. Quizás se podría fomentar pequeños bares y restaurantes con algunas mesas en esos portales que invitaran a los turistas, nacionales e internacionales, a sentarse y admirar el Paseo.

Bien regulado, podría generar mucho más ingresos a sus dueños, que también se revertirían en seguir mejorando el entorno. Pequeñas tiendas con productos de alta calidad donde los turistas  se animen a gastar dinero. Hacer algo así como la ruta del “Cha- cha – chá”, abrir un bar (que no tiene por qué ser estatal) con el nombre de esa pieza famosa del género, “La engañadora”, convocando a un concurso de proyectos.

Y ahora vayamos a lo macro. Es cierto que la dinámica del turismo este año para nada será igual a la de los dos años anteriores. Es cierto que el ataque Trump- Rubio ha tenido efectos muy negativos sobre la afluencia de turistas norteamericanos a Cuba. Es cierto que la recuperación de ese “emisor” demorará tiempo. Llamo la atención sin embargo, sobre un hecho real: hace varios años atrás, cuando no se vislumbraba en el horizonte la “apertura Obama” Cuba comenzó a desarrollar el turismo a sabiendas que no podía contar con el mercado norteamericano. Canadá y Europa fueron sus “orígenes metas” y de alguna manera se logró. Para bien de todos fue el turismo canadiense y europeo el que marcó la manera de hacer turismo e incluso influyó de forma decisiva en la manera en que el sector privado, hostales y restaurantes incluidos se han diseñado.

La terraza del hotel Gran Manzana

El turismo es ya hoy un sector maduro en nuestra economía. No creo posible esperar nuevamente tasas de crecimiento tan altas. Tampoco me parece demasiado coherente mantener precios tan elevados cuando las bondades y facilidades que se ofrecen distan de nuestros competidores de la zona. Es cierto que tenemos ventajas que otros países no tienen, desde nuestra sonrisa hasta la salud, la tranquilidad y la seguridad ciudadanas, pero también es cierto que tenemos desventajas que otros países no padecen, desde la dificultad para rentar un auto con los estándares adecuados y sus precios hasta la calidad del A+B (alimento y bebidas), pasando por otras como el transporte público o la higiene en nuestras calles de la capital de la República y la ya famosa conexión a Internet.

Es tiempo ya de que algunas de esas debilidades no existieran. Es tiempo también de que las localidades se beneficien mucho más de la “expansión” hotelera. De que las autoridades locales puedan tener algún protagonismo o puedan desarrollar programas de inserción desde las propias localidades.

Iberostar, la compañía española que manejará el Packard tiene ya mucha experiencia en Cuba, ha sido exitosa, puede dar muchos cursos de posgrado sobre cómo trabajar el turismo en Cuba. Tendrán una instalación de lujo, en un entorno que debería ser también de lujo.

Habemus Packard y se debería poder decir también Habemus ciudad.

Desde el Packard